Leonardo da Vinci

Texto basado en el artúclo del Natinal Geographic: "Leonardo da Vinci, un hombre adelantado a su tiempo"


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Leonardo nació en Anciano (Italia) en 1452. Su actividad se desarrolló básicamente en tres ciudades italianas, Milán, Florencia y Roma. Sus tres últimos años de vida los pasó en Francia, donde murió. Trabajó para importantes personalidades como el papa León X y el rey francés Francisco I. Murió en 1519, fuera de su patria, de la cual se fue porque estaba insatisfecho del trato que allí dispensaban. Sus restos descansan en el castillo de Amboise junto al río Loira en Francia.

Leonardo se adentró en todo tipo de ámbitos: pintura, escultura, arquitectura, geografía, cartografía, mecánica, geometría, astronomía, anatomía, óptica, botánica… Y aprendió sobre todo de la observación del mundo natural. Leonardo elogia las «obras maravillosas de la naturaleza»  escribe que "nunca se encontrará invento más bello, más sencillo o más económico que los de la naturaleza, pues en sus inventos nada falta y nada es excesivo"

Leonardo da Vinci, el gran artista del Renacimiento fue también un genio científico. En los miles de páginas de sus cuadernos de notas, encontramos adelantos de muchos desarrollos que posteriormente haría la ciencia moderna. Su capacidad de tener las ideas más fantásticas era poco menos que inagotable. Diseñó puentes móviles, construyó cañones, imaginó escafandras de buzos, máquinas volantes. Se conservan más de seis mil páginas de los cuadernos de Leonardo. Contienen miles de dibujos y gráficos acompañados de textos en clave; por ejemplo, algunos fragmentos están escritos de derecha a izquierda, de modo que hay que leerlos con un espejo. Estos cuadernos se hallan esparcidos por toda Europa formando parte de colecciones privadas; muchos de ellos fueron a menudo olvidados y más de la mitad se han perdido irremediablemente, aunque algunos han reaparecido como por arte de magia, como es el caso de los dos códices que se descubrieron entre polvorientos estantes en la Biblioteca Nacional de Madrid en 1965.

Los principios de la naturaleza 


Leonardo también se sintió atraído por los procesos que rigen la la naturaleza. Entendió que tanto la luz como el sonido se propagan a través de ondas, y también comprendió correctamente la disipación de la energía, constatando, por ejemplo en el Manuscrito A, cómo una bola en movimiento pierde paulatinamente su potencia, lo que conocemos por fuerza de rozamiento.  Y en manuscritos como el Códice atlántico describió lo que hoy conocemos como tercera ley de Newton: «A cada acción corresponde una reacción igual y opuesta», anotando, por ejemplo, que tanta fuerza ejerce el ala del águila contra el aire como el aire contra el ala del águila.

Leonardo sentía una especial fascinación por los movimientos del agua, cuya fluidez consideraba como una característica fundamental de todo lo viviente. Anticipó la dinámica de fluidos, siendo el primero en analizar y describir detalladamente la dinámica de los vórtices de agua. Cabe decir que a día de hoy, ni tan sólo con la ayuda de ecuaciones no lineales podemos simular y analizar completamente la dinámica de los flujos turbulentos.

Sin embargo, Leonardo no enunció ninguna de estas observaciones como «ley de la naturaleza», concepto que era completamente extraño a su época. Las llamadas leyes de la naturaleza, como las formularon en el siglo XX filósofos como Whitehead y Wittgenstein, no están en la naturaleza sino en nuestra mente.  Ni siquiera Copérnico o Galileo hablan jamás de leyes de la naturaleza: Copérnico habla de simetrías y armonías; Galileo de proporciones y principios. Descartes, en cambio, ya menciona explícitamente las «leyes que Dios ha introducido en la naturaleza». Sólo dos siglos después de Leonardo, cuando los nacientes estados europeos centralizan cada vez más sus leyes políticas, se empieza a hablar de «leyes» para definir los diferentes procesos naturales, como hicieron Robert Boyle para explicar las transformaciones de las sustancias químicas e Isaac Newton para describir el movimiento de los planetas.


Como señaló el historiador del arte británico Ernst Gombrich, Leonardo tenía un «apetito voraz de detalles». Dominaba y admiraba la geometría, pero para él la complejidad de la naturaleza no podía reducirse a cifras y análisis mecánicos. Su atención especial a las cualidades, al dinamismo y a la visión de conjunto son una parte esencial de su ciencia, que hoy resuena con los actuales enfoques sistémicos y la teoría de la complejidad. Leonardo describió y dibujó a fondo los mecanismos del cuerpo humano, pero dejó claro que el cuerpo es mucho más que una máquina. Lejos de convertir el mundo en algo mecánico, integró principios orgánicos y metabólicos en sus diseños arquitectónicos y urbanísticos. Encontró ritmos ondulatorios comunes en el agua, la tierra, el aire y la luz, y reflejó la interdependencia y autoorganización que caracterizan a todo ser viviente. Para él, el mundo no estaba regido por principios abstractos ni por Dios, sino por la incesante creatividad de la naturaleza.
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Para saber más
  • La ciencia de Leonardo. Fritjof Capra. Anagrama, Barcelona, 2008.
  • L’anima di Leonardo. Fritjof Capra. Rizzoli, Milán, 2012.
  • Leonardo, el primer científico. Michael White. Plaza & Janés, Barcelona, 2001.